El sábado fue el cierre de ese ciclo de bonhomía, del destino hacia conmigo.
¡Te maldigo, Subiela! Insufribles diálogos; declamaciones horripilantes, dolorosas metáforas, y alegorías vetustas, anacrónicas, sobadas. El culebrón romántico, la telenovela rosa, revolcada en harinas pseudocultas, intelectualoidas. Los lugares más comunes, los tópicos más trillados se agolparon en buenas iluminaciones, en planos bien concebidos.
Más interesante fue para mi, ver el carácter mercantil de la obra de arte, su prostitución, el burdo intercambio de tacos por alimento espiritual hecho letra. Me chocha, realmente me choca el texto como pretexto, la película para insertar el poema de algún autor renombrado y girar del nacimiento de una metáfora, de la vuelta a la vida del lenguaje poético y su conjunción con la oralidad común, y su postrero fenecimiento, ya que al decir una y otra vez el poema leitmotiv de la película, termina perdiendo su gracia, ora por el pésimo matiz que le proporciona le personaje, ora por ser recitado a toda hora y lugar.
Debo decir que gocé el lugar en que la vi, las personas que me acompañaron siendo coespectadores, y la forma en que se comentó al final de su proyección. El café que me bebió, la muchacha con la que me enojé, el baguette que apenas probé. La calidez de los anfitriones. Gracias café Bulabulé.