Hoy Abel hizo que mi mente recordara
variados momentos
Selectiva mi mente, a veces no es màs
que una hipótesis.
Fue grato rememorar etilicas tardes
ludribicas y abyectas tardes.
Aun me da vueltas el entorno
rememorar es ingerir vino bravo
dulce es vertir la iteraciòn en el recuerdo.
Gracias Primo. Gracias Judit. Gracias Abel.
lunes, mayo 21, 2007
viernes, mayo 18, 2007
TARDE DE NOVILLOS
El traje de luces salpicó
al rendir el sol
Charro carga al lomo
borbotones de
negra sangre
«Matame»
ambos mugen.
Como una espada
los gritos del foro
lastiman al matador
al rendir el sol
Charro carga al lomo
borbotones de
negra sangre
«Matame»
ambos mugen.
Como una espada
los gritos del foro
lastiman al matador
miércoles, mayo 02, 2007
MIMOS
Escuché ruidos. De pronto irrumpieron mi vigilia.
Javier era el causante, hacia mimos a Merit, su bella durmiente.
Con la paciencia aquella con la que se educa a un infate, le insistía que se tomara su comida.
La pronoto el contenido de la sonda fue engullido.
Merit abrió espasmódicamente los ojos. Un rostro convulso, con incipiente barba,
contrastante con su teñido pelo, repondía instintivamente ante los cariños.
Por aquella ventana observé cómo un hombre ama a otro, cómo con fervor le curó
cada una de las llagas, cómo le ungió el cuerpo consumido con lociones de acerbos aromas.
Sus manos remembraban a través de los despojos, tiempos de carnes gruesas, de bustos engrosados. Siseban al paso por los huesos, y en el sisear la carne lloraba agradecida.
Incapaces de engendar nada, ellos se extinguían en el amor.
Desgracia la mía! El amor me muestra uno más de sus caprichos.
Javier era el causante, hacia mimos a Merit, su bella durmiente.
Con la paciencia aquella con la que se educa a un infate, le insistía que se tomara su comida.
La pronoto el contenido de la sonda fue engullido.
Merit abrió espasmódicamente los ojos. Un rostro convulso, con incipiente barba,
contrastante con su teñido pelo, repondía instintivamente ante los cariños.
Por aquella ventana observé cómo un hombre ama a otro, cómo con fervor le curó
cada una de las llagas, cómo le ungió el cuerpo consumido con lociones de acerbos aromas.
Sus manos remembraban a través de los despojos, tiempos de carnes gruesas, de bustos engrosados. Siseban al paso por los huesos, y en el sisear la carne lloraba agradecida.
Incapaces de engendar nada, ellos se extinguían en el amor.
Desgracia la mía! El amor me muestra uno más de sus caprichos.
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